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Mostrando entradas de octubre, 2006

La sagrada misión de la niña payasa

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Los suspiros de alivio de la humanidad han provocado varios tornados en los últimos días: la niña payasa desvela por fin su sagrada misión. Pretende, sí, dominar el mundo, pero no para sus torticeros propósitos, sino para hacer de él un lugar mejor. Los medios que propone para ello son perfectamente razonables y lógicos, y al final va a resultar que la niña salvará al mundo en vez de llevarlo al caos y a la destrucción, ya ven ustedes.

La niña y la lluvia

La niña payasa sabe que debería amar la lluvia. Color gris en las nubes y en el alma, apenas disuelta en una suave melancolía. Tierra mojada con olor a memoria, tal vez bálsamo la lluvia, tal vez incluso descanso. Isla perdida, color suave de esperanza, palabras remotas y apenas entrevistas. La niña payasa desearía amar la lluvia. Largos paseos o tardes frente a la chimenea. Ella lo sabe y se esfuerza, tal vez un día logre amar la lluvia, ella no se rinde, sabe que el camino es largo, pero no pierde la esperanza. Well, maybe next year...

La niña contra las tontas

La niña payasa, inmersa en su cruzada personal contra las tontas, ha decidido pasar a la acción y llama a la movilización general. Para recaudar fondos se editará en breve un bonito compact disc con el éxito "Te traje al museo del traje". Los sin duda millonarios ingresos servirán para sufragar las audaces e irritantes acciones del movimiento antitontas unipersonales, cuyo primer gran éxito ha sido la retirada de la serie de televisión "Paellas. Inserso débil", cuya actriz protagonista ha ofendido al buen sentido de tantas maneras que hasta la niña payasa resulta sosa y mainstream a su lado. El comité central del movimiento no descarta arriesgadas acciones frente a alguna tienda de Ágatha Ruiz de la Prada, epítome del mal gusto y ejemplo de ser aborrecible.

La niña en los hoteles

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La niña payasa es feliz en los hoteles. Hoteles a media tarde, silenciosos y cómodos. Camas que siempre parecen recién hechas, aunque estén desordenadas, y siempre lo están cuando la niña payasa está en los hoteles. Algunas habitaciones forman parte del mapa del mundo de la niña payasa tanto como las ciudades. El mundo de la niña payasa no existiría sin las habitaciones de los hoteles.

Nuevas aventuras sadomasoquistas de Paquita y Pepín

UN DÍA EN EL PARQUE Era un hermoso día de primavera en el parque de la ciudad. Todo el mundo se sentía de buen humor, con ganas de pasear, charlar y sonreír, el famoso síndrome del anuncio televisivo. El caso es que las autoridades habían habilitado un rincón del parque para que los amos pudieran dejar a sus esclavos aparcados y tener un rato libre para charlar de sus dominaciones. Los amos, además, llevados del espíritu primaveral, habían tenido un gesto de (innecesaria) generosidad, y habían permitido a los esclavos charlar un poco entre ellos, y allí estaban todos, la mar de animados, comentando las diversas torturas a las que sus amos les sometían. Todos estaban convencidos de que sus respectivos amos eran los mejores, y no escatimaban adjetivos para ensalzar la gracia con la que manejaban los látigos, por ejemplo, o la pericia con la que les ataban en las más incómodas posturas. En estos y otros animados coloquios pasaban la mañana, cuando de pronto nuestro querido Pepín dijo: –

Bolly, darling?

“Bebo champagne cuando estoy feliz y cuando estoy triste. A veces bebo cuando estoy sola. Cuando tengo compañía lo considero obligatorio. Y cuando tengo hambre pruebo un poco, y cuando no, también. Salvo eso, nunca lo toco, a menos que esté sedienta” (Madame Bollinger).