Doce años de niña
Vengo a exigirte tiempo y espacio, exclamó el oblicuo sol de la media tarde, nada me retiene, me explica o me garantiza (qué vana ilusión compartida) existir en este extraño mundo, y por eso abdico de todos mis nombres en este tiempo que llamamos ahora. El silencio me abrazaba y obstiné mi mirada hacia el levante de las mareas, oprimiendo e ignorando toda palabra, evité en todo momento caer en las tenebrosas trampas, oscuras trampas, despreciables trampas del aborrecible sol.