Todos somos la niña

El acto de homenaje a la niña payasa consistirá en una ofrenda de flores y frutos que ella despreciará sin límites. Miembros de la adoración nocturna vociferarán un manifiesto de repulsa antes de ser sacrificados ante su altar. Entonces, y solo entonces, puede que la niña deje por un instante de pintarse las uñas de los pies de color carmesí para dedicar una fugaz mueca de disgusto a la sangre derramada en su honor, mientras musita inaudibles palabras de hastío. Después se cortará la tarta, habrá baile y vendrá la tuna. La tuna también será sacrificada, pero aquí la niña participará activamente encendiendo las antorchas y marcando el compás de los latigazos con sus altísimos tacones.

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