Que el cielo la juzgue

El intento de la niña de presentarse ante la Virgen de Atocha marca un nuevo estándar en degradación. Los policías que acordonaban la zona, estupefactos ante el despliegue de complementos brillantes de la chiquilla, a duras penas acertaban a distinguirla de la propia imagen de la virgen. Menos mal que varios de los sacerdotes y seminaristas presentes murieron allí mismo de congestión, que si no, puede que hubiera habido que lamentar algún disgusto serio.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Alguien sabe que ha sido de la niña?..igual consiguio confundirse con la virgen de atocha y subio al cielo y por eso ya no escribe?
Carlos L. Melús ha dicho que…
Reparemos los daños de la intempestiva niña y digamos unas palabras sobre la imagen de Nuestra Señora de Atocha. Hasta hace escasamente 15 años, desde los tiempos en que triunfó la costumbre impuesta antiguamente de vestir a las imágenes, la de Atocha, vestida y cubierta toda la talla con rico ropaje, a excepción de caras y manos, aparentaba ser una imagen altísima, del tamaño casi de una persona; en la actualidad, despojada de las vestiduras que la desfiguraban, la imagen aparece tal como es, sentada en un trono símbolo de realeza y cátedra de sabiduría, y su altura no llega a los 60 centímetros desde lo alto de la corona hasta el plano donde asienta los pies. Tal como ahora la veneramos fue como debió estar en los primeros siglos en que recibió culto en Madrid, hasta que la piedad de las gentes movidas por los milagros o en acción de gracias por los beneficios obtenidos por su mediación, hizo que empezaran a regalar a las imágenes de la Virgen joyas, adornos, vestidos y mantos. De estos últimos tuvo una gran colección muy valiosa la Virgen de Atocha; regalos todos ellos de las reinas de España que tornaron por costumbre piadosa donar a la Virgen sus galas de novia. Hoy todavía se conserva entre otros, el manto de terciopelo rojo y armiño, cuajado de castillos y leones bordados en oro, regalo de Isabel II, que luce la imagen en las grandes solemnidades. La imagen de Atocha es de madera, muy dura e incorruptible. La figura está sentada (como hemos dicho) como queriendo afirmar con esta postura su magisterio sobre la Iglesia a la muerte de su divino Hijo. Al lado izquierdo y formando parte de la misma talla, tiene un Niño pequeño al que ofrece una manzana con la mano derecha. El niño no parece mirar la manzana y tiene levantada su diestra en actitud de bendecir al pueblo, extendidos sus dedos índice y anular y doblados los restantes sobre la palma de la mano; disposición que, siendo uso general en los primeros siglos de la Iglesia Universal, se guarda con esmero hoy en la de Oriente y se observa en estatuas, mosaicos y pinturas murales de los artistas bizantinos, hasta que llega por fin a propagarse en las regiones del mediodía de Europa, penetrando más tarde en nuestra península. El rostro de la Virgen, debido a su antigüedad, es moreno oscuro, casi negro. Los ojos son grandes y rasgados, majestuosos, alegres y risueños, pero llenos de compostura y suma honestidad. Alargado el rostro, más de lo que pedía la proporción aceptada por la escultura griega y coronadas las sienes por la característica y maltratada corona, el conjunto nos revela sin gran esfuerzo que la estatua de la Virgen de Atocha es fruto de un arte en decadencia. Como tú, niña, payasa.
yomisma ha dicho que…
Vaya leccion completisima de arte,ni que hubieras escrito tu el tratado"implacable" pero mira que decir que la niña payasa esta en decadencia..yo creo que esta mas al dia que nunca,transgresora,tierna,pelin impertinente..pero nunca decadente