Niña, demonio y carne
Distanciada de sus propias palabras, apenas puede la niña fijar la mirada más de un instante. Observa con inquietud la sombra que su propio cuerpo dibuja, y prefiere no saber cuál es el nombre que murmura el aire en las ramas podridas de los sauces que, obstinadas, insisten en barrer su frente con traicionera ternura.
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(y mantendré siempre que me robaron el nick para escribir este comentario)