El armisticio

Encarnizada ha sido la lucha entre palurdas y petardas, pero como todo en esta vida, ha llegado a su fin. Después de tanto marear la perdiz, unas y otras han decidido enterrar el hacha de guerra y hacerse amiguísimas a partir de ya. Unas y otras acercarán posiciones: las palurdas se cambiarán de vez en cuando de bragas, y las petardas se comerán un bocadillo de chistorra cada semana y media. Ahora, petardas y palurdas son todas íntimas, y odian todas en bloque a las payasas y las putarracas, hasta ayer mismo enemigas irreconciliables y hoy aliadas hasta la muerte.

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