El mar, el mar

El mar de la niña payasa es azul, tranquilo y lejano, como deben ser los mares. Es un mar solitario, casi una fotografía en una pared blanca. Un par de gaviotas, dos o tres barcos tal vez. Intenso y nítido, el mar de la niña payasa es horizonte. No hay playas, multitudes ni poetas. El salitre no rima con nada en este mar. Es un mar de media tarde. La luz es ya un pensamiento de atardecer, la hora en que los versos deberían estar más prohibidos. El mar se ausenta al más leve indicio de canción. Todo es mirada en el mar de la niña payasa.

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