La trágica historia de Laurita Pérez

Laurita Pérez estaba muy emocionada. Después de largos años de preparación, se iba a presentar en un teatro. El público por fin podría compartir con ella el milagro de su voz, don maravilloso por el que daba a diario gracias al cielo.
Cuando Laurita Pérez terminó de cantar su primera canción, la mayoría del público tenía tal ataque de urticaria que en toda la ciudad se agotaron las reservas de pomada durante varios meses. Pero Laurita no se dejó vencer por el desánimo. Laurita era una chica con grandes inquietudes culturales y artísticas. Más tonta que una mata de habas, eso sí, pero llena de inquietudes. El único problema de Laurita era encontrar un cauce para sus inquietudes, aunque, teniendo en cuenta que Laurita a duras penas era capaz de encontrarse el culo con las dos manos, su problema era más grave de lo que pudiera parecer a simple vista.
Tras el fracaso de su experiencia musical, y en contra del consejo de sus mejores amigos, decidió probar suerte como actriz. Toda la ciudad temblaba pensando a qué abismos de degradación sería capaz de arrojarse Laurita en sus aspiraciones dramáticas. Cuando se corrió la voz de que Laurita era, además, autora del monólogo que iba a representar, hubo escenas de horror y graves desórdenes públicos que fueron reprimidos con dureza. El día del estreno se respiraba una tensa calma en el ambiente. El teatro estaba repleto, y allí estaba Laurita, ataviada con una túnica griega, en mitad del escenario, declamando con voz potente las inspiradas palabras fruto de su esfuerzo. Al terminar la representación, el público, indignado, persiguió a Laurita durante dieciséis horas por las principales calles de la localidad.
Después de la experiencia escénica decidió probar las artes plásticas. La pintura sería la consagración artística de Laurita, el campo en el que demostraría por fin al mundo lo profundo de su visión interior. Esto era lo que decía el catálogo de su primera exposición, con la que esperaba consagrarse ante los círculos intelectuales de la ciudad. El público asistente a la inauguración exageró un poco al obligar a Laurita a ingerir catorce bodegones y cinco escenas campestres, y Laurita, entre lágrimas, juró que algún día se vengaría de sus crueles conciudadanos, y desapareció sin dejar rastro. La fecha aún se conmemora con grandes festejos.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pobre Laurita, cuantas como ella vagamos por el mundo buscando nuestro destino, incomprendidas y rechazadas...