Yo, esa mujer
Apendicitis está que lo tira. Tras dejar el carísimo internado del lejano condado de Shropshire como un solar a base de experimentos pseudocientíficos y multitudinarios encuentros de oración para jóvenes cristianos bien dotados (el tamaño de la fe sí que importa), ha fundado su propia secta episcopaliana en la que solo admite varones (la descripción detallada de las ceremonias iniciáticas provocaría manifestaciones de protesta en las principales localidades), y en la que ejerce un despotismo nada ilustrado que ríanse ustedes de Stalin en día de purga. Total, que mucho ser un alumno ejemplar y un piadoso cristiano para que a las primeras de cambio le acabe asomando el ramalazo por debajo de la sotana, y pretenda ser nombrado papiso, el muy hereje. Su pobre madre, para redimir los pecados de su heterodoxo retoño, hace voluntariado en asociaciones de ayuda a otoñales nifómanas deprimidas, pero lo hace para levantarles los tranquilizantes y tomárselos ella, que buena falta le hacen.
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