La niña bien temperada

 La chimpirifrástica payasita tiene múltiples personalidades desde antes de nacer de la espuma del sumidero de la que surgió un día de primavera. Como además tiene una documentación falsa para cada una de ellas, puede demostrar a voluntad tener desde uno hasta ciento treinta y dos años, de manera que se ha vacunado con todos los grupos de edad, además de hacerlo con los grupos de especial riesgo, en parte por el indiscutible riesgo que supone para la supervivencia de la especie, y en parte porque ha tenido tratos carnales con todos los miembros y miembras de todos los comités vagamente relacionados con el tema. Total, que en los últimos análisis de sangre que le hicieron, en los que obligaron a tomar parte a varios condenados a muerte como forma de ejecución sumaria y que acabaron, cómo no, en una fiesta elegante con los reos convirtiéndose en expertos mezcladores de martinis, lo que les rehabilitó para la sociedad, pasando del corredor de la muerte a las barras más selectas en menos que se santigua un cura loco, los análisis, decíamos, demostraron que la niña era en sí un anticuerpo, cosa que fue declarada en los principales púlpitos con gran alborozo de todos los presentes. Ella ya había sido declarada el anticristo desde una fiesta de cumpleaños en la guardería que acabó con los niños guisando a la cuidadora con bien de ajo y pimentón, pero ahora, al unirse en una misma entidad el anticristo y el anticuerpo, la cósmica alteración de todo lo visible y lo invisible alcanzará hasta el mundo futuro, en el que ella reinará para siempre. Y solo son las once de la mañana.

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