Las niñas no mueren en Liverpool

 La filibustérica y flamenquísima nena ha causado un gran revuelo con su último comunicado, emitido en streaming mundial desde los l avabos de caballeros de la estación de autobuses de Boston de arriba. En él, la niña afirma taxativamente que está harta de la vida. Pero no de la suya, claro, sino de la de los demás, así que ha decidido aplicarse sin tardanza a la extinción de la raza humana así, en general. 

Como es lógico, el revuelo no lo ha causado el contenido del comunicado, porque tontunas así las lleva diciendo la niña desde antes del pleistoceno, sino el hecho de que el martini que se estaba bebiendo mientras lo leía era de vodka y no de ginebra, y para colmo, no tenía aceitunas. El universo sale que la chiquitina no da puntada sin hilo, y los debates que ha provocado este inesperado giro de los acontecimientos payasiles ocupan el prime time de las televisiones más obscenamente manipuladoras. De nada han servido las declaraciones del portavoz de la niña, el patito Juan, asegurando que todo había sido culpa de un señor. No hay charco del que ella no saque algo para beberse, es la esencia de la niña y a buenas horas vamos a cambiarla.

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