Cuando llegue la niña


Los relatos veraniegos de La Niña Payasa - Hoy: Cibouletto Atangierópulos

Cibouletto Atangierópulos es un alto ejecutivo. Trabaja en una de las empresas de los McKerrigansey, aunque no conoce en persona a ningún miembro de la familia. Su trabajo es similar al de cualquier ejecutivo, y él, como cualquier ejecutivo, tiene una riquísima vida interior que suple la falta de incentivos en el trabajo. Un día, Cibouletto siente que necesita cambiar algo o se volverá loco, y decide cambiar un poco su aspecto para acudir a la oficina. En vez del severo traje oscuro impecablemente cortado con el que se presenta todos los días en su puesto de trabajo, se pone un pantalón blanco de lino y una camiseta de tirantes. El lino es casi transparente, y no se ha puesto ropa interior, así que cuando entra al edificio de la empresa se imagina que las reacciones serán de sorpresa y horror, pero está dispuesto a perder su empleo, no puede soportar más el aburrimiento. Pero lo cierto es que no hay ninguna reacción, todo el mundo le trata con absoluta normalidad, y los pocos comentarios que despierta su atuendo son elogiosos. Cibouletto no sabe qué pensar, así que al día siguiente afronta un reto aún mayor: en vez de pantalones sin ropa interior, hoy llevará ropa interior sin pantalones. De esta guisa acude a la empresa, y de nuevo no hay ninguna reacción, todo el mundo le saluda sin hacer el menor comentario, como si un ejecutivo en calzoncillos fuera lo más habitual del mundo. Cuando el día siguiente Cibouletto decide prescindir tanto de los pantalones como de la ropa interior, presentándose únicamente con una americana, zapatos y calcetines sujetos con ligas, y tampoco obtiene reacciones apreciables por parte de sus colegas, empieza a pensar que ocurre algo raro. Está claro que en la empresa hay algún oscuro secreto que hace que nadie repare en que uno de sus más altos ejecutivos va enseñando los perendengues. Y lo que descubre es aterrador: la empresa no es más que una tapadera, una fachada para disimular negocios ilegales, y los trabajadores no son más que robots de última generación, programados para decir las mismas tonterías día tras día. A partir de ese momento, Cibouletto se suelta la melena, y acude cada día vestido de una cosa más extravagante, desde emperador de la china hasta vedette de cabaret de baja estofa. A nadie le importa, y él está la mar de entretenido.

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