Las niñas peligrosas


Los relatos veraniegos de La Niña Payasa - Hoy: Echabocha, la Chebecha.

Echabocha, la Chebecha, es ama de llaves. Trabaja desde hace más de veinte años en la mansión de un viudo millonario. Bueno, no lleva siendo viudo tanto tiempo, al principio era un soltero de oro, y luego se casó con una bellísima mujer que era la genuina expresión de la maldad. Echabocha es eficaz, impecable e implacable, jamás ha cometido un desliz, todo en la mansión es una pura maquinaria cuyo engranaje solo ella es capaz de engrasar y afinar para que produzca los perfectos resultados que ella desea. Odia a su jefe, el viudo millonario que siempre la ha tratado con una frialdad abrumadora. Ella sabe cuál es su lugar y jamás esperó camaradería de su parte, pero un trato un poco más amable no hubiera sido realmente tanto pedir. También odiaba a su esposa, al igual que todo el resto de los mortales, y de hecho, tenía su propio plan para asesinarla. Su jefe se le adelantó, y por eso aún le odia más. Pero desde hace unos cuantos meses, Echabocha es feliz. El viudo millonario se pasa el día visitando los hoteles más exclusivos en las zonas más de moda para hacer como que busca una nueva esposa, con lo que no tiene tiempo de ir a casa a importunarla con sus ridículas manías. La casa sigue marchando a la perfección, pero no hay ningún jefe ni jefa que la moleste, y ella está en la gloria vigilando la rotación de las sábanas sabiendo que nadie las va a usar. Lo único que le falta para sentirse, por fin, plenamente realizada como ser humano, es cumplir su sueño secreto de peregrinar al Rocío a lomos de un caballo blanco. Por la noche, cuando el silencio se apodera de la mansión, Echabocha abre una puerta secreta en su armario y contempla, con lágrimas en los ojos, el traje de flamenca que lleva tantos años colgado en la percha y que sabe que nunca se atreverá a probarse. 

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