La niña del perrito


Los relatos veraniegos de La Niña Payasa - Hoy: Zoroastrasio.

Zoroastrasio es cantante pero ya apenas canta. Se mira en el espejo mientras hace sus ejercicios de respiración, pero lo hace más por costumbre que por entusiasmo; el entusiasmo se le desdibujó en algún momento entre una clase de voz y un recital en un auditorio desconocido y semivacío, o en el camino a un bolo en algún pueblo perdido, o en el terrible momento en que esperaba el elogio de alguien especial, y notó que era solo la amabilidad lo que movía el comentario. De hecho, se mira en el espejo y en realidad ya no está haciendo sus ejercicios, solo se observa repasando sus rasgos. Hoy ha visto esos rasgos en su hermana Oda Mae, no se ven muy a menudo y ni siquiera se parecen demasiado, pero últimamente cada vez que la ve se siente como cuando se coloca frente al espejo, se queda observándola y no sabe qué decir. Zoroastrasio le ha dedicado a la música sus mejores esfuerzos: clases de canto, ensayos, horas de estudio, incansable en su ilusión. Al mirarse en el espejo desearía que hubiera alguien a quien preguntarle dónde está su recompensa. Él ha dado todo lo que tenía, y se pregunta cuál es su premio, dónde está el dulce placer de alguien que escuche, de alguien que escuche de verdad. Zoroastrasio sabe que su voz no es excepcional, y está cansado. Acaba de decidir que no va a perder más el tiempo. Su voz no se lo merece.

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De Cabecera ha dicho que…
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